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ACTOS Y LETRAS
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Año VI / Vol. 24 / enero a marzo de 2022
Contra el capital, desde dentro: crítica de la economía política Riccardo Bellofiore
6 de mayo de 2021
El texto que sigue es la traducción al español, por Rolando Prats, del original en italiano de la transcripción, revisada por el autor, de su intervención oral durante la Conferenza di Roma sul comunismo (18 a 22 de enero de 2017), tal como se publicó en Comunismo necessario. Manifiesto a più voci per il XXI secolo (edición al cuidado del Collettivo C17), Milán-Udine, Mimesis Edizione, 2020, pp. 49-60. Las notas, y el título, son del traductor.
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En su intervención de ayer, Tronti decía que las preguntas que ustedes se hacen llegan al final de un largo razonamiento y son definidas por ese razonamiento. No podría yo estar más de acuerdo. A mi juicio, ello crea un problema y, en cierto modo, una paradoja. La forma en que se formula ese razonamiento y, por lo tanto, las preguntas en que desemboca ese razonamiento, creo que impiden abordar realmente el tema del que se me invita a hablar: la crítica de la economía política, lo que es hoy el capitalismo del siglo XXI, lo que es en particular el neoliberalismo. Por supuesto, podría emprender el camino más fácil, ofrecerles un resumen de mi discurso sobre la crisis: pero como ese discurso se ha publicado en folletos muy breves[1], que se pueden leer en poco tiempo, y como estoy convencido de que el diálogo ha de tener lugar entre personas que piensan de manera diferente, me alegró mucho que cuando respondí: "Pero, miren, tengo problemas con sus quaestiones", me respondieran: "Pero lo hemos invitado a propósito." Por lo tanto, intentaré explicitar algunos desacuerdos en lo que sigue. Tendré que hacerlo de forma muy rápida y esquemática. Serán tesis apodícticas y serán fragmentarias. Entre otras cosas, algunos de esos fragmentos tendré que omitirlos por razones de tiempo y espacio, pero intentaré al menos nombrar el título de esos fragmentos en los que no puedo abundar.
Comienzo, sin embargo, por el aniversario, por la C17[2]. En 2017, si voy a hablar de la crítica de la economía política, la fecha de referencia para mí es 1867, es decir, el ciento cincuenta aniversario de la primera edición del Libro primero de El capital. Y, luego, está la consideración de que en 2017 se cumplen ya diez años de la más grave crisis del capital desde 1929. Una gran crisis sistémica, como la que se estaba produciendo cuando empecé a estudiar economía política a principios de los años 70. He tenido, por así decirlo, la "suerte" de vivir dos grandes crisis capitalistas. La pregunta que creo que debemos hacernos es por qué la crisis sistémica de 2007, que vio la muerte de lo que llamo social-liberalismo, y que fue la crisis del neoliberalismo tal y como lo conocíamos, vio resurgir al neoliberalismo casi como si fuera un zombi. La explosión de las finanzas ha regresado, al menos en cierta medida, pero ello no consigue reavivar el crecimiento real. Una perspectiva radical, no diré comunista, no ha logrado afirmarse.
Empiezo por aquí, es decir, por el propio título: "Crítica de la economía política". El vínculo que se establece, en las preguntas que hacen ustedes, entre la crítica de la economía política y el capital en el siglo XXI me parece problemático. Hay que entender qué es para Marx la crítica de la economía política, el famoso subtítulo de El capital. Marx sabe muy bien que para investigar el capital como objeto real necesita una mediación teórica, tiene que hacerlo a través de la crítica de los economistas. En aquella época, el discurso económico abarcaba un poco la teoría social en general. Por eso Marx divide la economía política en dos: la economía vulgar y la economía política. La economía vulgar es la que se adentra en el nexo ilusorio, toma las cosas tal como se presentan. Por el contrario, la economía política descubre el nexo interno, es decir, reconduce el valor al trabajo. Lo primero es apología, lo segundo es ciencia. Entonces, ¿por qué esta "ciencia" de la economía política no es lo suficientemente buena?
Crítica puede significar muchas cosas. Puede significar revelar y atacar las contradicciones de un discurso teórico. Puede significar —y esto es más interesante— tratar de entender por qué la economía política no logra resolver la cuestión que se había planteado o debería haberse planteado, es decir, la aparición de la plusvalía. Es ahí donde se inserta el razonamiento de Marx. En realidad, Marx sigue dos caminos. El primero es hacer ciencia mejor de lo que lo había hecho Ricardo, mejor de lo que lo había hecho la economía política clásica: podemos denominar ese camino el camino de la economía política crítica. El segundo, sin embargo, es dejar claro que la economía política es incapaz de entender no sólo cómo produce el capital, sino cómo se produce capital. No puede hacerlo porque es burguesa. Y ser burguesa le impide esencialmente captar tres cosas que son fundamentales para la investigación del capital: la distinción entre fuerza de trabajo y trabajo vivo, la distinción entre trabajo concreto y trabajo abstracto, y el hecho de que el valor se presente en forma de dinero.
Ciertamente, en la crítica que hizo Marx de la economía política, la dimensión "práctica" y, por tanto, las luchas, desempeñan un papel fundamental. Marx pudo pensar así, y pudo elaborar la crítica del capital, porque tenía tanto a sus espaldas como alrededor suyo, en su propia época, un antagonismo de clase que impugnaba la relación del capital. Sin embargo, lo contrario también es cierto. La crítica de la economía política requiere un auténtico desarrollo teórico, que es esencial para el horizonte de las luchas.
El problema para nosotros es el siguiente: ¿qué vigencia tiene hoy ese discurso? Si uno se plantea el problema de la crítica de la economía política, debe determinar también cuál es el equivalente de la economía vulgar en nuestros días, qué economía política es contemporánea o cercana a nosotros, cómo ha cambiado el "objeto" del capital. En lo que a mí respecta, he leído a Marx "al revés". Es decir, lo leo a partir de los problemas que surgieron en las dos grandes crisis que viví, la Gran Estanflación y la Gran Recesión, y en el neoliberalismo que surgió de la primera y colapsó en la segunda. Esto no significa que me invente mi propio Marx a voluntad, arbitrariamente. Significa que Marx, precisamente por su capacidad de entender el capital, transmitió un discurso teórico más rico y fértil de lo que él mismo era consciente. Esto ya ha ocurrido. En los años 60 y 70 fueron muchos los que propusieron una operación de ese tipo. Obviaré ahora, es una omisión por razones de tiempo y espacio, todo un discurso que debería hacerse sobre esa discusión y sobre cómo a partir de ella surgieron temas en las décadas siguientes que rompieron con el marxismo heredado.
En cambio, voy directamente a lo que considero los puntos clave de la crítica de la economía política, al menos en el Libro primero de El capital. Básicamente, el núcleo del argumento se puede encapsular en muy pocas frases. La mercancía tiene dos vertientes: el valor de uso y el valor de cambio. Sin embargo, el valor en la mercancía única es un "fantasma". Ese fantasma, como en una novela gótica, toma posesión de un cuerpo, que es el cuerpo de la mercancía-dinero. El dinero es en ese momento un "valor incorporado", una "crisálida". El dinero como dinero, si lo mantengo como un coágulo de riqueza abstracta, no produce plusvalía. Para ello es necesario que la crisálida (el dinero como dinero) se transforme en "mariposa" (el dinero como capital). En este punto, Marx revela que el paso de crisálida a mariposa puede tener lugar sólo si el fantasma del valor se transforma, como capital, es decir, valor que produce plusvalía, en un "vampiro". Ello puede ocurrir cuando el capital incluye a los trabajadores dentro de sí como un "otro" que se hace interno. En este punto, el capital se convierte en un "monstruo mecánico". Siguiendo con la literatura gótica, Frankenstein. Ya Kaushik Sunder Rajan ha hecho una síntesis magistral de ese pasaje del discurso de Marx sobre el capital como autómata, como sujeto dominante, como fetiche automático.
Ese aspecto apunta a lo que Marx llama el "carácter fetichista" del capital. El capital está dotado de poderes sociales, que pertenecen al capital y no al trabajo: esto es algo real, no ilusorio. "Fetichismo" no es lo mismo que carácter fetichista: es atribuir a las cosas, a los medios de producción, al dinero, caracteres sociales como objetos naturales, en virtud de lo cual siempre lo habrían sido (y, al fin y al cabo, el aspecto radicalizado por la "economía" neoclásica, con todas sus ramificaciones). No es así: es la relación del capital la que convierte las "cosas" en fetiches portadores de un poder social "objetivo", social e históricamente determinado. Esto responde básicamente a la pregunta que hacen ustedes sobre la "cooperación", y respecto de la cual tengo un desacuerdo: no hay una cooperación original de la que el capital se apropie, es el propio capital el que crea las condiciones para ello.
Es ese el fetiche en sentido propio. ¿Cómo se "constituyó" ese fetiche? Marx propone una noción de "trabajo" bastante compleja. Es bien conocida, al punto de formar parte del abc del marxismo, la distinción entre fuerza de trabajo y trabajo vivo. La cuestión es entender que se trata de una noción triádica: fuerza de trabajo, trabajo vivo, portadores vivos de fuerza de trabajo. La fuerza de trabajo y el trabajo vivo están ligados a los seres humanos (socialmente determinados), de modo que los trabajadores son los portadores vivos de esa fuerza de trabajo, son "fuerza de trabajo viva"; y son esos mismos trabajadores los que proporcionan el trabajo como actividad. El capital compra la capacidad de trabajo, pero debe extraer ("chupar", como un vampiro) el trabajo vivo. Aquí se encuentra con un problema social específico: debe superar una potencial contraproducencia de la clase obrera, debe conseguir que el trabajo sea fluido, que todo el trabajo sea actividad, y hacer que el trabajo vivo se extienda más allá del trabajo necesario. Es un problema de lucha de clases, no sólo "desde abajo", sino también "desde arriba". Todo el mando tecnológico, todo el mando monetario, si se quiere incluso todo el mando ideológico, contribuyen a ello.
"El capitalismo hoy se puede resumir en tres figuras. La primera es el 'trabajador traumatizado': la fragmentación y el debilitamiento de la clase trabajadora en el mercado y en el lugar de trabajo. La segunda es el 'ahorrador maníaco': el sistema de fondos de pensiones y fondos institucionales del capitalismo patrimonial, que incluye a las familias dentro del capital. La tercera figura es la del 'consumidor endeudado'. El neoliberalismo —y aquí me quito el sombrero ante la inventiva del capital—, cuando ni la inversión privada ni el gasto público fueron suficientes, inventó un tercer motor de acumulación de capital: la deuda de consumo."
Me referiré aquí también rápidamente a dos aspectos en los que no puedo abundar. De lo anterior se desprende que, aunque Marx no hable de ello en El capital, el tema de la reproducción social, es decir, la reproducción de los portadores vivos de la fuerza de trabajo, es parte esencial de la crítica de la economía política, y ésta es otra pieza de la respuesta: aunque el trabajo doméstico y el trabajo de cuidados no sean trabajos "productivos" de plusvalía, entran en la producción (no mercantil) de esa mercancía especial (la fuerza de trabajo viva) que crea nuevo valor y, por tanto, plusvalía y, por tanto, capital. El segundo aspecto es el siguiente. Marx no lo dice a las claras, pero es posible inferirlo: la fuerza de trabajo, el dinero y, podemos añadir, la demanda efectiva requieren ser organizados por el Estado como un "exterior" que, sin embargo, es fundamental porque permite al capital constituirse como tal. Existe, en otras palabras, una gestión política de las mercancías especiales (dinero y fuerza de trabajo) y de la demanda efectiva que no puede ser ignorada en un análisis sistemático del capital.
La idea de que la cooperación, las luchas o el "trabajo" son anteriores al capital (como se desprende de las preguntas que han hecho ustedes) no está en ese horizonte marxiano. Si acaso, existe la "relación" del capital, y, de algún modo, ninguno de los dos viene antes. El de Marx es el discurso que yo llamo de la "constitución" del capital como ese Sujeto que después pretende sentar integralmente (y circularmente) sus propios presupuestos, del capital al capital: el hecho es que ese Sujeto depende de la explotación que (linealmente) procede del trabajo al capital.
Cuando Marx llega a la altura teórica de la subsunción real del trabajo al capital en la producción, entonces su discurso sobre la "socialización del trabajo" cambia de sentido y se enriquece. Al principio de El capital parece que el concepto de trabajo abstracto no se refiere más que al trabajo inmediatamente privado, que debe convertirse en social ex post en la circulación mediante la validación monetaria. En ese discurso la socialidad parece agotarse por completo en la conmensurabilidad que supone el dinero como medida homogeneizadora. En realidad, Marx también habla de trabajo "inmediatamente socializado" en los procesos capitalistas del trabajo. Al referirse a la extracción de plusvalía relativa, al sistema de máquinas, al modo de producción específicamente capitalista, Marx ya no se refiere al trabajador individual como productor de mercancías, porque ya no es así. El "trabajo" que produce las mercancías es ahora un trabajador colectivo, inmediatamente socializado ya en la producción, tecnológicamente comandado y organizado por el capital.
Si lo pensamnos con detenimiento, esa realidad es muy extraña, "bizarra" (diría Marx). Hay trabajadores inmediatamente socializados, en la producción, por las empresas capitalistas en competencia: empresas que, sin embargo, deben obtener todavía la sanción de la socialidad en la validación monetaria en el mercado, en el intercambio final de mercancías, porque los empleos de esos trabajadores son empleos inmediatamente privados. Inmediatamente socializado y aún no "social", inmediatamente privado. Lo que tal vez nos diga algo sobre lo que es para Marx el comunismo: volveré sobre esto en la conclusión.
La discusión se irá enriqueciendo y articulando todavía más con respecto a la forma en que lo presenta Marx. El debate sobre el dinero y la moneda en los años 70 y 80 ha demostrado que, en realidad, es necesario abandonar la tesis marxiana de que el dinero es una mercancía como algo esencial en su razonamiento. Junto al dinero como equivalente universal, creo que hay que situar en una posición anterior y decisiva otra noción de dinero, la financiación de la producción a través de la cual el sector empresarial paga los salarios a los trabajadores: en este caso se trata de dinero a crédito, creado ex nihilo por los bancos. Se trata de una socialización anticipada de la producción, de una pre-validación En el mercado laboral, la fuerza de trabajo debe tener una especie de impronta[2] monetaria anticipada como trabajo "en potencia". El trabajo abstracto es un proceso (fuerza de trabajo-trabajo vivo-trabajo social ex post) y la valorización es al mismo tiempo un circuito monetario (financiación bancaria como pre-validación —producción en que el trabajo es "inmediatamente socializado"—, validación monetaria como devenir social ex post de los trabajos inmediatamente privados en la circulación de mercancías).
Para Marx, la teoría del valor es al mismo tiempo una teoría de la crisis. Ahí se fortalece considerablemente el vínculo con temas de actualidad. Han existido muchas teorías sobre la crisis. Una versión es la teoría de la crisis de las desproporciones: en ese caso, el mercado es un poderoso regulador y si se piensa que el problema de fondo es la anarquía del mercado, ello bastaría para definir el comunismo. Básicamente, socialdemócratas y leninistas coinciden en la idea de que el proceso productivo y económico está cada vez más socializado, sólo hay que entrar en la sala de control, ya sea para quebrar el Estado o para gobernarlo. Después está la vertiente de la crisis subconsumista. Hoy en día, si se mira bien, casi todos somos subconsumidores: tomemos, por ejemplo, a los economistas alternativos italianos, partidarios de la tesis de que el problema es el subconsumo (el mundo de los bajos salarios), no importa que se autodenominen marxistas o keynesianos. En realidad, nada de esto tiene que ver con Marx. La propia Rosa Luxemburg hablaba más bien, y con razón, de subinversión. Después está la famosa caída tendencial de la tasa de ganancia. Mi idea es que la reducción tendencial de la tasa de ganancia, que en su formulación literal, tal como la encontramos en Marx, no es aceptable, es un componente esencial del discurso sobre la crisis, siempre que lo reinterpretemos como una metateoría de las crisis.
¿Qué significa esto? Significa formular una teoría unitaria que fusione coherentemente los diferentes enfoques marxianos de la crisis. El punto central es la tasa de explotación. El argumento es que el capital para lograr una mayor tasa de explotación invierte aumentando la composición del capital en términos materiales, y durante un tiempo esto trae consigo un aumento de la composición del capital en valor. Entonces, el margen de beneficio se reduce porque no hay suficiente plusvalía, no hay suficientes beneficios brutos. Esto ocurrió realmente, es la Larga Depresión de finales del siglo XIX. Mi tesis es que después, desde el siglo XX, la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia debe leerse a partir de la observación, que se convierte casi en un principio, de que las contratendencias se imponen a la tendencia, sin dejar de dar lugar, no obstante, a nuevas contradicciones en cadena que giran sobre sí mismas. Con Ford y Taylor, el capitalismo aumenta dramáticamente la tasa de plusvalía, y ello crea las condiciones para la crisis de los años 20, que no es una crisis de subconsumo sino una crisis de subinversión y, por lo tanto, una crisis de no realización de la plusvalía potencial. En este caso, la crisis no se produce porque haya muy pocos beneficios brutos, como antes, sino porque hay demasiados beneficios en comparación con los que se pueden realizar.
Se saldrá de la crisis no con el New Deal, aunque este último es una experiencia muy interesante sobre la que habría mucho que decir pero para lo cual no tengo tiempo ahora. Se daldrá con la Segunda Guerra Mundial y la enorme destrucción consiguiente de capital, y después de la Segunda Guerra Mundial, con el Estado que sigue gastando de forma sostenida, al límite incluso en déficit. Se trata esencialmente de una extensión y profundización de la teoría de Luxemburg retomada por Kalecki. El gobierno se convierte en proveedor de una demanda fuera del ámbito capitalista como tal. Ese período, los llamados Treinta Gloriosos[3], no puede reducirse, como se hace a menudo, a un "compromiso". Fueron un equilibrio en el sentido de una "balanza": resultado de las luchas, porque lo que a posteriori atribuimos de positivo a esos años proviene precisamente de una relación conflictiva cuyas condiciones de posibilidad abundaban entonces. En ese período, se registró una reducción de la cuota de trabajadores productores de plusvalía: la ampliación del ámbito del llamado trabajo improductivo permitió la realización del capital en el terreno de la valorización. Para que ello continúe sin demasiada tensión, la represión de los trabajadores directamente productivos debe endurecerse cada vez más. Las razones de la crisis de los 70, que me parece una crisis social directamente en el terreno de la valorización inmediata, son muchas, pero en esencia el punto crucial es que en un determinado momento, no tanto la lucha en torno a los salarios, sino la lucha en torno a las condiciones de trabajo hace que se vuelva rígida la extracción de tiempo de trabajo y de plusvalía: no se extrae suficiente plusvalía. En Italia, incluso, se da un crecimiento del salario relativo durante algunos años, aproximadamente de 1969 a 1973. Lo que viene después —el neoliberalismo— no es en el fondo más que la gran respuesta a ese bloque social, una respuesta que se mueve sobre dos patas: la de la fragmentación del trabajo (la llamada precarización) y la de la inclusión subalterna del trabajo dentro de las finanzas (la llamada financiarización).
Y aquí llego a la respuesta a la última pregunta que han hecho ustedes, que no se refiere tanto a los bancos como al capital financiero. Mi idea es que entre finales de los 70 y principios de los 80 comienza la fase monetarista, pero que dura muy poco, al fin y al cabo sólo tres años. En 1982 existía efectivamente el riesgo de que volviera la gran crisis de la demanda como consecuencia de la aplicación de políticas ferozmente restrictivas. Sin embargo, no se trataba de un auténtico liberalismo: la política nunca salió del capital. El segundo Reagan respondería a la tendencia estancacionista con un verdadero keynesianismo militarizado: fue el período de la Guerra de las Galaxias, que dio lugar en los Estados Unidos a déficits gemelos[4], en el presupuesto del Estado y en la cuenta corriente con el exterior. Sin embargo, la contratendencia que define más adecuadamente el neoliberalismo llega poco después, con el gobernador de la Reserva Federal desde 1987 hasta 2005, Alan Greenspan, a partir del rescate de las finanzas en la crisis bursátil que tuvo que afrontar en cuanto asumió el cargo. El capitalismo que se construye entonces lo resumo en tres figuras. La primera es el "trabajador traumatizado": la fragmentación y el debilitamiento de la clase trabajadora en el mercado y en el lugar de trabajo. La segunda es el "ahorrador maníaco": el sistema de fondos de pensiones y fondos institucionales del capitalismo patrimonial, que incluye a las familias dentro del capital; lo que, junto con otros factores, empuja hacia arriba el valor de los activos financieros (crece el valor de los ahorros ya invertidos) y permite a las "familias" gastar incluso en la deuda de consumo (se reduce la propensión al ahorro de los ingresos corrientes), sobre la base de una riqueza "de papel" cuyo valor parece aumentar ilimitadamente. La tercera figura es precisamente ésta, la del "consumidor endeudado". Y se crea el riesgo, que luego ocurrió con la Gran Recesión, de que el ahorrador maníaco entre en una fase "depresiva".
Una mirada rápida a través de varios siglos, que es ciertamente una caricatura, puede servirnos de ayuda. El capitalismo del siglo XIX y principios del XX es impulsado por la inversión privada. El siguiente capitalismo, "fordista-keynesiano", es impulsado por el gasto público, en primer lugar militar y de despilfarro. El neoliberalismo —y aquí me quito el sombrero ante la inventiva del capital—, cuando ni lo uno ni lo otro era suficiente, inventó un tercer motor de acumulación de capital: la deuda de consumo. El neoliberalismo es más propiamente, y paradójicamente, un keynesianismo privatizado de carácter financiero: sin duda, se habrán dado cuenta ya de la paradoja de las políticas "keynesianas" de Reagan y Greenspan. Esta fase ha cambiado las finanzas, ha cambiado la industria: ambas se han vuelto transnacionales. No se habla de globalización ni de postfordismo, términos que no me gustan. Lo que ha ocurrido es que, partiendo de la propia Europa, las cadenas de producción de valor se han extendido a través de las fronteras.
Tomemos uno de los casos que mencionan ustedes en sus preguntas, el de los nuevos trabajos vinculados a la llamada Industria 4.0, también conocida como Manufactura 4.0[5]. Aquí tenemos sistemas de producción en los que lo físico y lo digital se integran y dejan de distinguirse uno de otro: es un caso típico de objetivación tecnológica en que se producen las manufacturas, pero que ha unido el servicio al producto material. La valorización está ligada, en primer lugar, a este último, el producto puede incluso reducirse a un servicio. Es un sistema de producción que requiere la máxima flexibilidad y la máxima personalización, porque desde los años ochenta la demanda entre los productores está en feroz competencia y es muy inestable. Ahora bien, ¿qué nos dice realmente la "manufactura 4.0"? En primer lugar, que manufactura es ahora mucho más que fabricación en sentido tradicional. En segundo lugar, que lo que se ha producido es una "centralización sin concentración", es decir, una desintegración vertical a nivel de la unidad de producción individual, pero con una cadena de valor transnacional que, en cambio, está integrada al máximo. Debe quedar claro que se trata de un "sistema" que no va de suyo, sino que debe ser objeto de un estricto control: la totalidad del capital Sujeto que mencioné anteriormente. El Fetiche Automático tiende a ser autoritario, y la tendencia es ahora de máxima tensión. En Marx encontramos una distinción entre tecnología y técnica (la distinción se debe a Guido Frison). "La tecnología es el diseño del proceso productivo que permite la innovación, en la que el proceso productivo se entiende en un sentido naturalista: esa naturalización del proceso productivo es evidente al tratar a los seres humanos como cosas. La realidad, sin embargo, se compone de la aplicación "técnica" del trabajo a las herramientas, que encuentra diez mil dificultades, y de la relación entre los trabajadores, por tanto de la "organización" de los trabajadores entre sí en el proceso de trabajo.
Debo terminar por donde obviamente deberíamos empezar. Como decía, hay dos aniversarios que recordar este año. No sólo 1917, sino también 1867. Por eso, confieso, había fantaseado con la idea de organizar para 2017 una conferencia en cuatro partes, pero no me será posible hacerlo de verdad (el crowdfunding no es mi fuerte). Los nombres clave de las tres primeras partes deben ser: Marx, El capital, 1867; Lenin, La revolución rusa, 1917; Gramsci, porque poco después escribió en L’Ordine Nuovo el artículo "La revolución contra el capital", 1917. En cuanto a la actualidad, y por lo tanto a nosotros, el problema se invierte casi por completo con respecto al título gramsciano: "el capital sin revolución". No sé, honestamente, si nuestro problema, aquí y ahora, es debatir sobre el comunismo. Lo que sí es cierto es que el primer problema es si somos capaces, como reto a la vez teórico y político, de poner un signo de interrogación al final de ese "capital sin revolución".
Como anticipé, no es que no sepamos lo que para Marx debía ser el comunismo: lo sabemos bastante bien. Si el trabajo abstracto es el trabajo inmediatamente privado que se convierte en trabajo social en el mercado y, al mismo tiempo, es el trabajo vivo que ya está inmediatamente socializado y comandado por el capital (dos novedades ahistóricas absolutas), el trabajo en el comunismo es el trabajo que debe ser inmediatamente socializado en la producción, pero sin la explotación del trabajo vivo y, al mismo tiempo, debe ser social ex ante, no debe esperar a una validación social en el mercado posterior a la producción. Muy fácil de decir, muy difícil de conseguir. En Marx encontramos dos movimientos; también aquí, por desgracia, debo ser un poco esquemático por razones de tiempo. Por un lado, está el Marx que cree que el problema, después de todo, es sencillo de resolver. Como el capital ya socializa la producción, la socialidad se aliena de los trabajadores, pero en el fondo se trata simplemente de reapropiarse del capital. Por otro lado, está el Marx que razona a lo largo de la línea que he seguido más arriba y que, por tanto, tiene plena consciencia de lo difícil que es salir de las inversiones capitalistas. Difícil pero no imposible. Las luchas están ahí, y las luchas espontáneas tienen su propia politicidad inmediata. Ese tema y ese conflicto, dejados a la mera espontaneidad, están destinados a la fragmentación. Como bien sabía Rosa Luxemburg contra Lenin, el papel de la organización, de la vanguardia, sigue siendo esencial, pero como conciencia interna de la clase.
Se dice rápidamente la dificultad de este tipo de esquema —a la vez teórico y político— en nuestros tiempos. Marx creía que el trabajo, mediante el mando capitalista, tanto tecnológico como organizativo, se socializaba inmediatamente en la producción con fines de explotación. La socialización inmediata del trabajo, sin embargo, también significó que, para explotar a los trabajadores, el capital tuvo que ponerlos en relación, una relación que puede dar lugar a una dimensión conflictiva, que puede evolucionar hacia el antagonismo. En nuestra época se ha producido un divorcio dramático entre la socialización inmediata del capital hacia abajo, para la explotación, y una socialización fragmentada, pero viva, en el conflicto y el antagonismo. Hay que volver a "construir", con tiempo y con paciencia, una subjetividad que luche dentro del capital y contra él. Al fin y al cabo, así nació el movimiento "obrero", hacia 1817. No como algo dado, sino como un resultado.
Notas
[1] Se refiere el autor a La crisi capitalistica, la barbarie che avanza y La crisi globale. L'Europa, l'euro, la Sinistra, ambos publicados por Asterios (Trieste) en 2012. Para una elaboración más articulada de las tesis que se exponen en esta intervención, consúltese Le avventure della socializzacione (Milán, Mimesis, 2018) y "¿C'è vita sur Marx?", introducción al volumen Marx inattuale (Roma, Efesto editore, 2019), co-editado por Riccardo Bellofiore y Carla María.
[2] Imprinting, en el original en italiano.
[3] Período también llamado “edad de oro del capitalismo”, de 1945 a 1973.
[4] Hipótesis macroecómica según la cual existe un fuerte vínculo causal entre el saldo presupuestario de cuaquier gobierno y su saldo de cuenta corriente.
[5] Basada en robots cooperativos capaces de reconfigurarse por sí solos en caso de fallo en la cadena de producción.