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Capitalismo “always on" y contra-continuidad comunista Alexei Penzin

 

23 de junio de 2021

 

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Como parte del dossier “72 x 150”, iniciativa conjunta de las plataformas digitales comunistas La Tizza y Patrias. Actos y Letras con ocasión de los primeros ciento cincuenta años de los setenta y dos días de la Comuna, se publica ahora el ensayo con que Alexei Penzin contribuyó a la sesión “Comunismo del sensibile” (Comunismo de lo sensible) de la Conferenza di Roma sul comunismo (18 a 22 de enero de 2017), tal como apareció, traducido al italiano por Linda Valle, en Comunismo necessario. Manifiesto a più voci per il XXI secolo (edición al cuidado del Collettivo C17), Milán-Udine, Mimesis Edizione, 2020, pp. 213-234. Es de ese texto en italiano, titulado “Forma di continuitá. Note sulla teoria critica del capitalismo ‘always on’ e per una contro-continuità comunista” que Rolando Prats lo ha traducido al español para “72 x 150”. Salvo por las referencias bibliográficas añadidas entre corchetes, las notas son las del propio Penzin y —como se indica— de su traductora al italiano. En el caso de obras archiconocidas y de fácil acceso en cualquier lengua (Marx, Adorno, Beckett), no se ha creído necesario añadir referencias a ediciones en español u otras lenguas. Todas las citas han sido traducidas directamente del italiano por el traductor al español. Todo lo que aparezca en inglés u otras lenguas en el cuerpo del texto es porque así lo está en el texto en italiano del que se tradujo el ensayo de Penzin.

 

Alexei Penzin, miembro fundador del grupo Что делать? ("¿Qué hacer?") (San Petersburgo, 2003) — colectivo de artistas, críticos, filósofos y escritores rusos provenientes de San Petersburgo, Moscú y Nizhny Novgorod, establecido mediante la acción “Refundación de Petersburgo” y cuyo objetivo es politizar la producción de conocimiento—, es autor de Sleep and Subjectivity in Capitalist Modernity (Bloomsbury Academic), cuya publicación está prevista para 2022.

 

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1. Introducción: objetivos del comunismo y continuidad

La intención de este ensayo es introducir el concepto de "forma de continuidad" como intervención crítica en los actuales debates teóricos y políticos sobre la izquierda. Habida cuenta del número de posibles referencias y contextos, se ofrecerá sólo un mapa general y sintético para indagaciones ulteriores y se obviará todo análisis detallado de teorías y argumentos específicos, así como la mayor parte de la bibliografía secundaria. En primer lugar, expondré por qué es importante examinar el concepto propuesto y qué perspectiva puede ofrecer para un análisis del capitalismo contemporáneo. A continuación, examinaré la poco conocida reflexión sobre este tema que se puede rastrear en los principales textos económico-políticos de Marx. Por último, me centraré brevemente en algunas dimensiones culturales y políticas contemporáneas que devienen reconocibles a través del concepto de "forma de continuidad".

 

1.1

¿Por qué son necesarias estas reflexiones sobre "forma de continuidad" y "contra-continuidad" y a qué problema puede responder críticamente este concepto? Para dar paso inmediatamente a la cuestión central, basta con remitirse a preguntas y posiciones hoy ampliamente generalizadas entre los teóricos radicales, como la inmediata y apasionada de "¿cuándo y cómo, finalmente, llegará a su fin el capitalismo?" Otra forma generalizada de la misma preocupación podrían ser las diversas y oscuras profecías en torno al hecho de "vivir en el fin de los tiempos" y que van desde las perspectivas un tanto político-escatológicas de la autodestrucción del capitalismo contemporáneo hasta las pruebas concretas y desastrosas de la devastación capitalista y la desestabilización del mundo natural. De forma menos teórica pero más sutil, esta preocupación central se refleja en las reacciones de la gente a la reciente especulación bélica, impulsada por la codicia y los cálculos cínicos, y a las mentiras populistas de la nueva derecha sobre las masas desposeídas y el increíble crecimiento de la desigualdad a escala mundial. Esas reacciones resuenan como una pregunta desesperada: "¿Cuándo se acabará este colosal y reiterado absurdo?". Hoy en día, ese "fin" se imagina de formas menos utópicas y estimulantes, basadas en supuestos que van desde el peligro y la imprevisibilidad de la aceleración tecnológica, las catástrofes aleatorias y el desastre ecológico hasta debates más sobrios sobre las posibilidades de una nueva secuencia en la política radical.

Pero antes de preguntarse por el fin del capitalismo, ¿no sería mejor examinar sus monstruosas continuidades "sin fin"? La primera hipótesis que se propone se basa en la suposición de que tal vez sea precisamente la continuidad un rasgo intrínseco importante de la ontología capitalista moderna y no sólo un hecho empírico del día a día (como la ampliamente discutida "sociedad 24/7" y así sucesivamente). Repito: no rechazamos aquí la urgencia de las preguntas sobre un posible fin del capitalismo; sin embargo, sería más coherente examinar primero las resistentes y múltiples continuidades del propio capitalismo, así como las formas de su crítica y potencial subversión política.

 

1.2

Ciertamente, esas continuidades capitalistas se liberaron y se hicieron visibles en la monótona secuencia no teleológica que comenzó tras el colapso de la alternativa comunista en el siglo XX. El "fin de la historia" es una hipótesis elaborada en los años 30 por el filósofo franco-ruso Alexandre Kojève[1], quien, de hecho, entendió inicialmente esa idea en el sentido del advenimiento del comunismo universal[2]. Más tarde, sin embargo, en los años 90, esa hipótesis fue superada por el neoliberalismo hegemónico y se interpretó como el fracaso inevitable de cualquier alternativa al orden capitalista y a su estructura ideológica e institucional liberal-democrática. Pongamos por ahora entre paréntesis las críticas y los desafíos bien argumentados y razonables contra la idea misma del "fin de la historia" en su interpretación neoliberal y, en cambio, examinemos su importancia para un estudio crítico de la "continuidad" del capitalismo. De hecho, la hipótesis de Kojève, si abstraemos su idea del contenido de la presunta conclusión histórica (comunista o neoliberal), sugeriría exactamente el paradigma emergente de la continuidad post-histórica sin propósito ni fin, porque el fin ya ha sido eliminado. Para Kojève, quien deriva la idea de posthistoria de su lectura original de la Fenomenología de Hegel, esa secuencia está marcada, según sus palabras, por una "circularidad" de nuestros conocimientos y modos de comportamiento —porque al final de la historia todo lo que se puede decir y hacer ya se ha dicho y hecho. En mi lectura de Kojève —más bien contracultural o dialéctica— propongo retomar esa idea no sólo como una hipótesis de un agotamiento epistémico similar a la actual idea ecológica del agotamiento de los "recursos naturales". Sería más productivo considerar la idea de una existencia posthistórica exactamente en su aspecto ontológico —como una secuencia no teleológica, literalmente "sin fin", como una forma pura de continuidad impuesta a la sociedad.

 

1.3

Por supuesto, ante la evidencia empírica contemporánea, esa secuencia de continuidades no parece ser en absoluto monótona y coherente. Está toda atravesada por conflictos políticos internos, guerras o estados de excepción. Si bien, según la conocida expresión de Walter Benjamin recientemente retomada por Giorgio Agamben, el estado de excepción se convierte ahora en "permanente" o continuo. La secuencia se ve golpeada por nuevas olas de crisis económica, por diversos excesos de las políticas neoconservadoras y neoliberales, por la violencia y la inestabilidad localizada en su nivel político; sin embargo, sigue asentada en la persistente ontología social de la forma de continuidad.

En efecto, esa forma está presente a varios niveles en la llamada "sociedad 24/7" contemporánea, cuyas características esenciales no son difíciles de resumir: la continuidad ininterrumpida de la producción, el intercambio, el consumo, la comunicación y la vigilancia, con su infraestructura sociotecnológica de Internet, social media, diversas e incesantes organizaciones sociales, algoritmos nonstop del comercio electrónico, etc.[3]. Según un artículo reciente sobre big data y los efectos de la conectividad permanente, la operación característica del "capitalismo de vigilancia" contemporáneo es "vincular toda actividad social en un campo de datos, una continuidad administrada a partir de la cual se pueda generar valor"[4].

La dimensión económica y tecnológica de la continuidad halla eco en la retórica social del modelo de "educación continua", cuya función debe ser el perfeccionamiento continuo de la mano de obra de conformidad con la "flexibilidad" que exige el mercado. Es válida como modelo cultural de las series de televisión que nunca terminan, o de la inmensa franquicia de "secuelas" y "precuelas" de la actual industria cinematográfica, o de las estrategias de los medios de comunicación de neutralizar políticamente cualquier acontecimiento extraordinario mediante series interminables de comentarios repetitivos e imágenes recurrentes sobre el acontecimiento, o de los memes, etc. En su época, Adorno y Horkheimer habían descubierto la "industria cultural" con sus características de estandarización y repetitividad que eliminaban cualquier caso único de creatividad tradicional o "auténtica" para producir una mercancía cultural de consumo masivo. Aunque en esa industria todavía hay lugar para algunas aperturas o elementos "informales", ello sucede, por así decirlo, entre series o entre episodios de producción mercantilizados. Ahora bien, quizás sea más apropiado hablar de la continuidad casi perfecta de la producción y el consumo cultural, potenciada por las tecnologías digitales contemporáneas de captura de imágenes.

 

1.4

Hasta la formación cultural más inteligente y políticamente articulada —el llamado arte contemporáneo— existe hoy en día en un "flujo" continuo, como afirma Boris Groys, en el sentido de que la obra de arte ya no está distanciada del material del mundo cotidiano, como nos hacía creer la estética modernista (o kantiana), con el apoyo institucional de espacios de exposición "autónomos" como las galerías y los museos. Por el contrario, hoy la obra de arte está inmersa en el flujo continuo de imágenes digitalizadas y de su intensa circulación global. Sin embargo, Groys no resalta las conexiones entre la "fluidez" de la existencia social del arte en la actualidad y la difícil situación en la que se encuentra el capitalismo y más bien se muestra esquivo a la hora de referirse a los medios de comunicación contemporáneos y a Internet en general. Al mismo tiempo, Groys también subraya que el "flujo material" no sólo consiste en información e imágenes digitales, sino que está ontológicamente determinado por su forzada irreversibilidad, una idea cercana al análisis de la "forma de continuidad" que queremos elaborar:

Sin embargo, este flujo de información es esencialmente diferente del flujo material antes comentado. El flujo material es irreversible [...] no hay manera de salir del flujo material —y, por lo tanto, tampoco hay retorno, no existe posibilidad de volver atrás[5].

Para recurrir, en cambio, de forma preliminar, a un modo metafórico de caracterización, el capitalismo contemporáneo está always on —a partir de los dispositivos tecnológicos permanentemente conectados a las diversas organizaciones e instituciones[6]. Modela un continuo que proporciona un funcionamiento adecuado e ininterrumpido día y noche, las 24 horas del día. Por supuesto, esas múltiples continuidades son harto heterogéneas y se sitúan en diferentes niveles —por lo que son grandes y pequeñas, microscópicas y macroscópicas, y están relacionadas con diferentes procesos socioeconómicos y tecnológicos. Dado que esa diversidad empírica persiste, conviene analizar un patrón o forma general que pueda separarse e identificarse abstraida de sus contextos particulares, que esa forma modela y regula.

felix-gonzalez-torres--perfect-lovers.jp

 

Felix Gonzalez-Torres, Untitled (Perfect Lovers), 1991. Relojes, pintura en la pared. 14 x 28 x 2 3/4" (35.6 x 71.2 x 7 cm).

(@ https://www.e-flux.com/journal/11/61345/comrades-of-time/)

1.5

Es muy importante señalar que el imponente aparato sociotecnológico de la forma de continuidad produce formas específicas de subjetividades que ahora se ven obligadas a adaptarse a la incesante actividad social y económica, es decir, al "flujo". En la situación actual, las personas están biológica y antropológicamente limitadas en su capacidad de mantener actividades continuas; necesitan reproducir sus fuerzas. Esas necesidades contradictorias, una de continuidad, la otra de reproducción, forman una especie de "doble vínculo", que conduce a la aparición de una subjetividad constantemente angustiada por la falta de tiempo o atrapada en una postergación circular irracional. Este sistema de "instalación" de la continuidad 24/7 en las personas se ve potenciado o facilitado por diversas prótesis digitales que propician la presencia social, el trabajo y la participación permanentes. Un ejemplo de esas prótesis son las cuentas en las redes sociales que ofrecen el continuo ideal de una presencia activa, expuesta a los flujos ininterrumpidos de producción, comunicación, "economía de la atención" y cuasi-participación.

En las continuidades capitalistas, en las que la distinción entre trabajo y reproducción está expuesta a diversas erosiones, la "vida dañada" (para usar la expresión de Adorno) se presenta literalmente como un "continuo":

James ya no ve la diferencia entre su trabajo y su vida personal, pero lo considera algo bueno: "Es como un continuo, puedo realizar diferentes actividades en diferentes momentos". Cuando trabaja, no compromete su tiempo de ocio y social, dice. "Es una extensión del mismo"[7].

Estas frases perfectamente neutras y contemplativas de una investigación periodística fueron tomadas de una entrevista con un protagonista contemporáneo de esas formas de vida. Encarnan —con notable precisión— la instalación de la forma de continuidad en el centro profundo de la subjetividad colonizada de hoy.

Por supuesto, los efectos de la forma de continuidad son mucho más amplios y no se reducen únicamente al tema ampliamente debatido de la "disolución" de los límites entre el trabajo y la vida en el capitalismo postfordista o "cognitivo"[8]. Implican una trayectoria histórica más larga de la forma de continuidad dentro del capitalismo moderno que —como pretende demostrar este ensayo— es más fundamental que esas condiciones contemporáneas específicas.

 

2. Marx: la continuidad como conditio sine qua non de la producción capitalista

En este punto, la pregunta crucial puede formularse de la siguiente manera: ¿cuál sería una genealogía teórica de esas impresionantes y obsesivas continuidades empíricas del capitalismo contemporáneo? Esta cuestión tendría que abordarse tanto a través de conceptos teórico-críticos adecuados como de análisis, elaborados empíricamente, del paradigma del funcionamiento sociopolítico del capitalismo. El centro de ese esbozo de genealogía teórica lo ocupará una exposición poco conocida de la continuidad como condición de la producción capitalista que se encuentra en algunas de las obras fundamentales de Karl Marx.

 

2.1

Por lo que sabemos, los términos "continuidad" y "forma de continuidad" no aparecen en los diccionarios clásicos del marxismo —por ejemplo, el Dictionnaire du marxisme francés, editado por Georges Labica, o el nuevo proyecto alemán de Diccionario histórico-crítico del marxismo, editado por Wolfgang Fritz Haug—, laguna que sin duda debería subsanarse. Para empezar, en sus últimas obras político-económicas, Marx utiliza la palabra "continuidad" con un énfasis bastante significativo, especialmente en Das Kapital y otros textos relacionados con el proyecto. Por ejemplo, en el libro segundo de El Capital, Marx escribe: "La continuidad, sin embargo, es el sello característico de la producción capitalista, desde cuya base técnica se impone, aunque no sea siempre y en todos los casos factible"[9]. Por "base técnica", Marx entiende la maquinaria de la fábrica que, idealmente, debería mantenerse funcionando ininterrumpidamente para evitar que se pierda el valor potencial contenido en la maquinaria cuando está en funcionamiento.

La cuestión de la continuidad se elabora con una extensión  y un rigor sistemáticos mayores en el anteproyecto de El Capital, los así comúnmente llamados Grundrisse. El sustantivo alemán Kontinuität (y el adjetivo kontinuierlich) aparece con mucha frecuencia en el texto de los Grundrisse, especialmente en las secciones del manuscrito que contienen los breves subcapítulos "La continuidad de la producción presupone la supresión del tiempo de circulación" y "Capital fijo y continuidad del proceso de producción". Marx insiste sistemáticamente en la importancia de la "continuidad del proceso de producción" (die Kontinuität des Produktionsprozesses) en su modalidad capitalista y define tres aspectos de la Kontinuität.

Los dos primeros aspectos se sitúan en el plano de la producción y la circulación del capital y son una repetición parcial de la nota sobre la continuidad de la producción expuesta brevemente en el libro segundo de El Capital, ampliada y enriquecida. El tema se presenta de manera más polifacética en los Grundrisse, donde Marx sostiene que la continuidad de la producción se convierte en una "condición extrema necesaria" a resultas de la reorganización en la que el capital fijo (la maquinaria) comienza a desempeñar un papel central:

Precisamente por eso, con el desarrollo de su parte determinada como capital fijo, la continuidad de la producción se ha convertido en una necesidad externa del capital. Para el capital circulante, la interrupción, si bien no dura tanto como para arruinar su valor de uso, es sólo una interrupción en la creación de plusvalía. Pero para el capital fijo la interrupción, en la medida en que mientras tanto su valor de uso se destruye necesariamente de forma relativamente improductiva, es decir, sin sustituirse como valor, significa la destrucción de su propio valor original. Así, sólo con el desarrollo del capital fijo se establece la continuidad del proceso de producción correspondiente al concepto de capital como conditio sine qua non para su conservación; lo que implica también la continuidad y el crecimiento constante del consumo[10].

En otra página de los Grundrisse, Marx argumenta esa afirmación de forma más abstracta, como una metamorfosis constante de la forma-valor:

La continuidad constante del proceso, el paso ininterrumpido y fluido del valor de una forma a otra, o de una etapa del proceso a otra, se presenta como una condición fundamental para la producción basada en el capital en un grado mucho mayor que en cualquier forma anterior de producción[11].

La continuidad representa así la especificidad de la propia producción capitalista frente a las antiguas formaciones socioeconómicas feudales premodernas. Este aspecto de la continuidad es ciertamente cada vez más poderoso en la medida en que el papel de las máquinas en la producción de valor, incluidos Internet y los ordenadores, es ahora inconmensurablemente más importante. Las máquinas se están automatizando y dependen cada vez menos de la mano de obra viva con sus limitaciones antropológicas "naturales" que provocan numerosas interrupciones en el proceso de producción continua. Potencialmente, la forma de continuidad, o lo que también hemos llamado "capitalismo always on", tiene todas las posibilidades de convertirse en algo casi absoluto.

El tercer aspecto no es menos importante y se refiere a las operaciones financieras de crédito, cuya función principal es mantener la continuidad del proceso productivo prestando dinero o atrayendo inversiones. Marx lo destaca en el pasaje que sigue a la cita anterior:

Para la producción basada en el capital parece, pues, accidental que se realice o no su condición esencial: la continuidad de los distintos procesos que constituyen su proceso global. La superación de esta accidentalidad por parte del propio capital es el crédito[12].

Más adelante, Marx comenta que, precisamente porque la continuidad es esencial para la producción capitalista, en los modos de producción anteriores no se desarrolló el verdadero sistema de crédito, a pesar de los actos de préstamo y empréstito, así como de la usura, que representa "la más antigua de las formas antediluvianas del capital"[13]. Los simples actos de préstamo y empréstito no constituyen crédito, pues sólo en la producción capitalista el crédito se convierte en la respuesta a la necesidad esencial de ese sistema: esto es, asegurar la continuidad de la producción evitando cualquier interrupción de la metamorfosis del valor que pueda producirse por azar.

Este aspecto nos permite arrojar alguna luz sobre el capitalismo financiero contemporáneo que, desde esa perspectiva, se ha desarrollado históricamente como la solución —aunque una, al parecer, sólo de carácter temporal— al problema de la continuidad. La continuidad se ve constantemente amenazada por las crisis, la incertidumbre económica, el papel del azar y otros factores de perturbación. Esos factores pueden reducirse considerablemente gracias a la multiplicación de los instrumentos financieros (como derivados, futuros, etc.), diseñados para facilitar la metamorfosis simple e incesante del valor. Sin embargo, también parece que el "papel del azar" en el capitalismo globalizado con un fuerte componente especulativo, separado de la producción "real", funciona ahora de forma diferente, convirtiéndose en un factor independiente del beneficio, si tenemos en cuenta que sus éxitos en una región pueden provocar una crisis y una ruptura de la continuidad en otra parte del globo. Quizás haya que distinguir aquí una forma de continuidad sistémica como conditio sine qua non, teniendo en cuenta que, como dice Marx, "no es siempre y en todos los casos factible", considerándola como hegemónica, y admitiendo alguna desviación local causada por el azar, las contradicciones inevitables y las estrategias de los operadores del mercado. Esa forma de continuidad impuesta está ahora simbolizada por innumerables gráficos, curvas, tablas de crecimiento y declive económico, índices de mercado, etc. [14].

 

 

2.2

Llegados a este punto, cabe señalar que las interpretaciones de los Grundrisse se inscriben en un trayecto harto recorrido, a partir de la presentación sistemática fundamental que hace Roman Rosdolsky en Génesis y estructura de El capital de Marx[15]. Si bien, en su presentación de los temas de los Grundrisse, Rosdolsky cita el pasaje sobre la continuidad como conditio sine qua non sin ofrecer una interpretación particular del mismo, hace sin embargo un importante comentario sobre la función del crédito y la continuidad de la producción:

Pero en el ciclo de vida del capital hay momentos que generan no sólo la posibilidad, sino también la necesidad del sistema de crédito; de hecho, lo hacen aparecer como conditio sine qua non de la producción capitalista. Nos referimos en primer lugar a la aspiración a la continuidad, al flujo ininterrumpido del proceso de producción[16].

Rosdolsky añade que esa posición con respecto al crédito y la continuidad es "innegable" y conserva "plena validez hasta el día de hoy"[17].

Otra extraordinaria lectura de los Grundrisse es la que se lleva a cabo en el marco del operaísmo italiano por Toni Negri en Marx más allá de Marx, por la que se establece el valor autónomo de los Grundrisse, que ya no se consideran una simple colección de materiales preparatorios para El Capital, sino una sustancial e independiente entidad de ideas. Esa lectura se basa en la primacía de la subjetividad del trabajador y de las luchas dentro del proceso de producción, es decir, en las relaciones inmediatamente políticas y antagónicas entre el "trabajo vivo" y el capital, en oposición a la lectura estructural de El Capital de la escuela de Althusser. En su lectura, Negri menciona brevemente, en varias ocasiones, "la forma eminente en que prevalece la continuidad del valor y, con ella, del mando"[18], y cita el pasaje de Marx sobre la "continuidad constante del proceso [productivo]" y "el paso ininterrumpido y fluido del valor de una forma a otra"[19]. Pero la lectura de Negri, aunque se ocupa de otras cuestiones y reflexiones importantes, nunca se detiene estratégicamente en esos puntos. Por el contrario, el autor destaca varias discontinuidades antagónicas y toda la "discontinuidad materialista de los procesos reales"[20].

En la obra de Alfred Sohn-Rethel Trabajo intelectual y trabajo manual se presentan elaboraciones interesantes sobre la "necesidad de continuidad" en la producción capitalista. Este libro es más conocido por su provocativa reducción de la epistemología kantiana a un efecto del intercambio y la forma mercancía, así como por su pionera teorización del trabajo intelectual. Pero esta colección de ensayos también desarrolla la teoría de una fase avanzada del capitalismo, en la que la producción adopta la forma de un "flujo de producción", que Sohn-Rethel describe citando inmediatamente el mencionado pasaje de los Grundrisse, aunque sin más comentarios. Como afirma Sohn-Rethel:

La totalidad de un taller o fábrica se integra en un único proceso continuo al servicio de la regla de la velocidad. [...] Esta continuidad se realiza ahora mediante una máquina, una cinta transportadora u otro mecanismo de transferencia que impone una velocidad prescrita a la acción de toda la maquinaria productiva y al trabajo humano que está a su servicio[21].

En los análisis contemporáneos de los Grundrisse, por ejemplo en el contexto de la Neue Marx-Lektüre alemana y de las investigaciones centradas en la teoría de la forma-valor, el texto se sigue leyendo como una obra necesaria pero preliminar con respecto a El Capital, considerado como una especie de autocrítica[22]. Pero incluso en las lecturas contemporáneas de los Grundrisse (así como de El Capital), el aspecto que nos interesa aquí —vinculado estrictamente con el problema de la forma-valor— no se ha examinado con la atención que merece. Por ejemplo, en su cuidadosa lectura de El Capital, al examinar el tema de la circulación del capital tal como se expone en el libro segundo, David Harvey destaca la continuidad de la circulación y cita el pasaje sobre "el sello característico de la producción capitalista", reseñándolo, sin embargo, sólo en términos de la importancia del "flujo de capital" constante, entendido más como la continuidad de la circulación del capital que como una condición estructural de la producción capitalista[23].

Hasta la formación cultural más inteligente y políticamente articulada —el llamado arte contemporáneo— existe hoy en día en un "flujo" continuo, como afirma Boris Groys, pues la obra de arte ya no está distanciada del material del mundo cotidiano, sino inmersa en el flujo continuo de imágenes digitalizadas y de su intensa circulación global. Groys no resalta las conexiones entre la "fluidez" de la existencia social del arte hoy y la difícil situación en la que se encuentra el capitalismo y más bien se muestra esquivo a la hora de referirse a los medios de comunicación contemporáneos y a Internet en general. Al mismo tiempo, subraya que el "flujo material" no sólo consiste en información e imágenes digitales, sino que está ontológicamente determinado por su forzada irreversibilidad." (Alexei Penzin)

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"Comunismo es el nombre de la última y radical expresión de resistencia a la continuidad impuesta de la metamorfosis capitalista del valor, un régimen social y hasta ontológico diferente. Incluso los "comunismos reales" del siglo XX contenían en sí mismos una especie de suspensión del movimiento irreversible de la forma-valor, un intento disfuncional de suspenderlo o, al menos, de frenarlo, o de proponer otra continuidad, planificada y gestionada por toda la sociedad y no por fuerzas y flujos que son elementos de la economía de libre mercado." (Alexei Penzin)

 

Indudablemente, esta breve presentación del tema de la continuidad tiende a aislarse del movimiento general de las categorías teóricas marxianas y podría parecer una exageración. Sin embargo, nuestro propósito aquí, como se dijo al principio, es ofrecer una primera aproximación al concepto. Creo que este intento inicial de examinar el motivo de la continuidad en Marx y más allá, formulado como una hipótesis sobre su importancia estratégica —inspirada más por los desarrollos sociales, culturales y políticos del actual capitalismo "always on" que por los recientes trabajos sobre la teoría del valor—, puede tener valor heurístico como diagnóstico e interpretación, y se examinará en detalle a continuación.

 

 

2.3

A fin de elaborar aún más el concepto de forma de continuidad, es importante señalar sus diferencias respecto de conceptos marxianos que podrían parecer similares, como "reproducción" y "subsunción real". En el libro primero de El Capital, en el capítulo "Reproducción simple", Marx tiende a considerar continuidad y reproducción simple como sinónimos: "Pero la simple continuidad del proceso de producción capitalista, o producción simple [... ]"[24]. Sin embargo, como ya hemos indicado, en otros libros de El Capital, así como en los Grundrisse, Marx presenta la "continuidad" como una categoría independiente e incluso fundamental.

En efecto, la reproducción tiene como objetivo la reproducción de la fuerza de trabajo y de las relaciones sociales inmanentes a la producción capitalista, la subjetividad disciplinada y dócil del trabajador. Este proceso funciona a través de la institución de la familia nuclear, los aparatos de educación y control, los nuevos esquemas de gestión y explotación, así como a través de la institución jurídica de la propiedad privada que asegura el control sobre los medios de producción. Pero la noción de reproducción no incluye la continuidad estructural de la producción como conditio sine qua non de la producción capitalista, basada en la centralidad del capital fijo y la función del crédito para permitir la metamorfosis ininterrumpida de la forma-valor. En consecuencia, la reproducción es más bien una función subordinada de la continuidad, que la predispone y mantiene en el plano social y subjetivo, mientras que el crédito la mantiene en el plano financiero. Por último, la llamada "sociedad de consumidores" integra esta forma en el plano del consumo.

Intentemos comparar la forma de continuidad con otro concepto de Marx, la "subsunción real". La "subsunción real" de la sociedad al capital suele explicarse a través del contraste con una etapa anterior del desarrollo capitalista, "la subsunción formal". En un estado determinado por esta última, el modelo capitalista de producción sólo planifica los procesos y operaciones del trabajador dentro de la fábrica. La vida de los trabajadores, en sí misma, se mantiene "fuera" de las relaciones capitalistas. El estado de "subsunción real" —que a veces se considera que determina el Estado general del capitalismo contemporáneo— planifica y controla el conjunto de la sociedad y las personas, según las exigencias tácticas y estratégicas de la producción y la acumulación de valor, y ese control permea todos los aspectos microscópicos de la vida. Las continuidades empíricas de las "sociedades 24/7" contemporáneas pueden, efectivamente, aparecer como un aspecto de la "subsunción real". Pero, como argumentamos aquí, el paradigma de la continuidad queda, por el contrario, ocultado por la noción de "subsunción real", que sigue siendo intrínsecamente formal (en el sentido de que es demasiado abstracta), ya que no está claro cuál es el requisito principal, la conditio sine qua non de la producción capitalista, impuesta a toda la sociedad. Y, según la hipótesis considerada anteriormente, esa condición es exactamente la continuidad forzada e ininterrumpida de la metamorfosis de la forma-valor.

Para resumir este pasaje de nuestra descripción del concepto, y en el espíritu de la tradición marxiana de producción de terminología, nos gustaría subrayar que el concepto de forma de continuidad que estamos esbozando —interpretado a la luz de los Grundrisse como conditio sine qua non del capitalismo— hace hincapié en el efecto formativo sobre la "materia" de la vida social bajo el modelo de producción capitalista.

3. Estética y política de la continuidad  y una contra-continuidad del comunismo

El capitalismo ha encontrado la manera de hacer eficiente y ubicua la forma de continuidad, integrada en un flujo incesante de producción, reproducción, control y vigilancia del cuerpo de la sociedad[25]. Con esos desarrollos, la forma de continuidad se convierte no sólo en un concepto abstracto, sino también en un paradigma operativo del orden social del capitalismo tardío, correspondiente a sus condiciones económicas, determinadas por el predominio del capital fijo (maquinaria) y la forma-valor que no puede existir sin estar inscrita en un estado permanente de metamorfosis continua e ininterrumpida. La investigación sobre la forma de continuidad debe ampliarse al ámbito de su dimensión estética y subjetiva en la modernidad. Por lo tanto, en la conclusión de este ensayo nos gustaría proponer algunas breves observaciones y tesis que podrían mostrar la dirección en que llevar a cabo esa investigación.

 

3.1

En su importante ensayo titulado La fotografía, escrito en la década de 1920, el conocido teórico cultural alemán Siegfried Kracauer sostiene que la diferencia fundamental entre la fotografía y las técnicas de representación anteriores no es sólo la reproducibilidad de las imágenes que la fotografía hace posible —ese aspecto fue ampliamente debatido por muchos teóricos, empezando por Walter Benjamin. La especificidad de la fotografía reside más bien en su relación con el "continuum" del flujo visual que no puede ser captado por nuestra subjetiva y selectiva facultad mnemotécnica, ni representado en una obra de arte clásica: "Mientras que la fotografía capta el dato fáctico como un continuum espacial (o temporal), las imágenes de la memoria consideran ese dato en la medida en que le sea inherente algún significado"[26]. Y continúa: "[D]esde el punto de vista de las imágenes de la memoria, la fotografía aparece como una mezcla que, en parte, se compone de residuos"[27].

Tomando como punto de partida las indagaciones en torno al paradigma de la continuidad que hemos intentado en estas páginas, se podría admitir, en general, que todo el conjunto de invenciones tecnológicas que condujeron al advenimiento de los nuevos medios de comunicación —desde la fotografía hasta el cine, pasando por el vídeo, la imagen digital e Internet— reflejaba perfectamente la demanda de una presentación continua de la experiencia social y antropológica generada por el capitalismo tardío. Las ingeniosas, aunque fragmentarias, intuiciones de Kracauer y otros autores que registraron la aparición de los medios de comunicación modernos, en teoría podrían reactualizarse y hacerse extensivas a los medios digitales y las prácticas culturales contemporáneas, ya que captan "el dato fáctico como un continuo espacial (o temporal)" en su forma más pura. Los dispositivos de grabación y vigilancia, como las cámaras de vídeovigilancia o las cámaras web, reducen a mera basura el flujo visual producido por la vida ordinaria; privilegian una sola imagen sobre el "flujo" visual puro que funciona como contrapartida representativa de la forma universal de continuidad.

3.2

Hablando de forma más general, en términos de arte y teoría estética, se podría sugerir, estableciendo un paralelismo con nuestra actual problematización, que el arte clásico o representativo se basaba en el gesto soberano del artista o escritor que "muestrea", interrumpe y transforma la continuidad experiencial de la vida cotidiana en una obra de arte única, un diálogo dramático o una narración cuya autonomía estética se introducía mediante el desprendimiento real de ese continuo. Ese gesto constitutivo podría interpretarse como expresión o simbolización de un momento histórico concreto, de una situación social y de sus antagonismos, o podría depurarse de las huellas de lo cotidiano, como en algunos ejemplos del arte "formalista" del Modernismo. Pero el gesto inicial que dio forma a los objetos visuales o a los textos como obras de arte fue la ruptura, o al menos la "flexión", del flujo sensorial, visual y verbal cotidiano.

En su reciente libro In the Flow, Boris Groys habla de manera similar de ese gesto —como un desprendimiento del "flujo". Para Groys, ese gesto está relacionado no sólo con la obra de arte, sino también con espacios institucionales específicos —por ejemplo, galerías y museos— que ofrecen al arte las condiciones de posibilidad para ser arte, impidiéndole "entrar en el flujo". Por "flujo" se entiende el "flujo material" destructivo y violento asociado a la irreversibilidad del tiempo[28]. Al mismo tiempo, para Groys, las vanguardias históricas conforman y anticipan otro paradigma que, a la inversa, da cabida a la fluidez del arte, inmerso en el flujo del tiempo —o "suprimido por la vida", para seguir la definición clásica de la vanguardia— que ahora se ha reconfigurado con la llegada de Internet, la forma hegemónica del "flujo".

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"El gesto inaugural de las vanguardias de trascender las fronteras entre el arte y la 'vida' no fue sólo una respuesta crítica y radical a la autonomía del arte en la sociedad burguesa o la expresión de un nuevo 'régimen estético' que introduce una igualdad radical, como ha argumentado recientemente Rancière, sino quizá también una introducción a la forma de continuidad capitalista en el campo del arte y la cultura [...] Desde el punto de vista elaborado en este esbozo del concepto de forma de continuidad, el régimen estético del arte o la vanguardia como 'supresión del arte en la vida' son expresiones del continuo capitalista: el arte y la vida están en la continuidad porque están obligados a estar en ella [...] En el extraordinario principio político y estético [de contra-continuidad] anunciado por Beckett probablemente podamos discernir el eco de las inminentes —no teleológicas y, extrañamente, invencibles— luchas contra la forma de continuidad capitalista. La emergente interpretación radical de los 'comunismos reales' del siglo XX va más allá de los conocidos clichés sobre su negatividad y fracaso inherentes. Tal vez la propia anomalía de la 'economía planificada' soviética, su 'ineficacia', sea el único testimonio del primer intento de contrabalancear la implacable ejecución de la forma de continuidad... ¿Qué podría significar una nueva puesta en marcha de la incesante máquina ontológico-económica del capitalismo, salvo su colapso o desastre concluyente? ¿Puede concebirse el comunismo como una posible alteración ontológica del 'flujo'? Tal vez cualquier comunismo futuro —con todos los acontecimientos y luchas políticas concretas que deben producirse para ello— deba ser un proyecto de contra-continuidad política, social y ontológica, o no habrá más comunismo." (Alexei Penzin)

 

3.3

Las formas modernas de arte tienden así a romper con el gesto soberano que interrumpe y "muestrea", del mismo modo que la economía política capitalista rompe con las instituciones premodernas y su continuidad simbólica y frágil, sustituida por el "continuum" foucaultiano de la vigilancia ininterrumpida, así como por las disciplinas y dispositivos del poder moderno. El gesto inaugural de las vanguardias de trascender las fronteras entre el arte y la "vida" no fue sólo una respuesta crítica y radical a la autonomía del arte en la sociedad burguesa[29] o la expresión de un nuevo "régimen estético" que introduce una igualdad radical, como ha argumentado recientemente Rancière[30], sino quizá también una introducción a la forma de continuidad capitalista en el campo del arte y la cultura.

Analicemos la significativa propuesta teórica de Rancière. A su juicio, las vanguardias forman parte del "régimen estético" del arte que surgió a finales del siglo XVIII para sustituir al arte clásico "representativo". El núcleo del arte modernista, según Rancière, consiste en una paradoja: el arte sólo puede ser vanguardista si se niega a sí mismo como arte, conservando al mismo tiempo una mínima autonomía. El "régimen estético del arte" crea un territorio en que el arte entra en contacto con la vida, que puede transformarse bajo la influencia del arte. Rancière ciertamente está en lo cierto cuando dice que la fenomenología general del "régimen estético del arte" introduce la igualdad y la horizontalidad democrática en el "reparto de lo sensible" (le partage du sensible). Pero Rancière no explica por qué ese régimen se ha ido estableciendo paulatinamente. La explicación de Rancière se basa en la premisa de la "igualdad" —el arte reintroduce la cuestión política de la igualdad, llevada por la Revolución Francesa al ámbito de la estética. Esta explicación parece más bien insuficiente, pues conocemos bien todas las vicisitudes de la cuestión de la igualdad formal en la sociedad capitalista, puestas de relieve ya por Lenin en su famosa distinción entre democracia "formal" y "real". Desde el punto de vista elaborado en este esbozo del concepto de forma de continuidad, el régimen estético del arte o la vanguardia como "supresión del arte en la vida" son expresiones del continuo capitalista: el arte y la vida se quedan en la continuidad porque están obligados a quedarse en ella.

 

3.4

Estas consideraciones plantean una cuestión propiamente política: ¿Qué figura adoptaría entonces una resistencia real a la forma de continuidad? ¿Son las formas culturales de la vanguardia meras reverberaciones sofisticadas de la forma de continuidad capitalista dominante? Para concluir, me gustaría ofrecer una breve observación sobre las resistencias a la presión monótona del continuo capitalista, tal y como se expresan críticamente en las prácticas políticas y culturales modernas y contemporáneas. Sorprendentemente, con la consolidación del paradigma de la continuidad en el capitalismo tardío, los modos revolucionarios de resistencia a éste han adoptado múltiples formas, haciendo énfasis en la interrupción o el éxodo (el mito de la gran huelga general, la "interrupción violenta", etc.), pero también soñando con la gran contra-continuidad por venir, en la forma de una revolución permanente, o la continuidad de las luchas a pesar de todas las derrotas (como, por ejemplo, sugiere el nombre lotta continua, la organización política radical italiana de los años 70).

Sin exagerar demasiado, podemos decir que comunismo se ha convertido en el nombre de la última y radical expresión de resistencia a la continuidad impuesta de la metamorfosis capitalista del valor, un régimen social y hasta ontológico diferente. Incluso los "comunismos reales" del siglo XX contenían en sí mismos una especie de suspensión del movimiento irreversible de la forma-valor, un intento disfuncional de suspenderlo o, al menos, de frenarlo, o de proponer otra continuidad, planificada y gestionada por toda la sociedad y no por fuerzas y flujos que son elementos de la economía de libre mercado[31].

Hoy en día, el arte y la política radicales intentan más bien producir una contra-continuidad de todo tipo. En cuanto a la producción cultural, el paradigma de la continuidad tiene su paralelo en las así llamadas prácticas artísticas y culturales "process-based" y "time-based", que se centran en la actividad en el presente sin ninguna estructura teleológica ni conclusión, de modo de poder detenerse en cualquier momento sin perder su significado. Boris Groys, para quien el arte moderno y contemporáneo es un laboratorio que anticipa, diagnostica y produce formas de vida contemporáneas con sus problemas políticos y filosóficos específicos, describe la profunda importancia y el valor sintomático de esas prácticas[32]. En un ensayo reciente, Under the Gaze of Theory, Groys señala:

Sin embargo, las máquinas y los programas artísticos carecen de orientación teleológica. No tienen un propósito definido; simplemente continúan indefinidamente. Al mismo tiempo, esos programas prevén la posibilidad de ser interrumpidos en cualquier momento sin perder su integridad. [...] Una acción de ese tipo se concibe desde el principio sin una conclusión determinada —a diferencia de una acción que termina cuando se ha alcanzado su propósito. Por consiguiente, la acción artística se vuelve infinitamente continua y/o repetible[33].

La explicación de Groys es bastante diferente de la que hemos examinado aquí. Aunque se refiere a una "teoría materialista", vincula el carácter no teleológico de la actuación artística con el tema existencial y antropológico de la finitud humana y la falta de tiempo, más que con la presión ontológica de la forma capitalista de continuidad. La "teoría materialista" nos hace conscientes de nuestra finitud y provoca una sensación de urgencia y, como resultado, una actividad frenética cuya forma, una vez más, no está orientada a un objetivo por la falta de tiempo[34]. Como ha señalado recientemente Groys, en una actualización de su análisis, las formas contemporáneas de resistencia y lucha —como la ocupación temporal y a veces contingente de espacios públicos— presentan algo nuevo en el sentido de que pueden detenerse en cualquier momento pero, precisamente en virtud de su carácter no teleológico, esas conclusiones no pueden calificarse de "derrotas".

 

3.5.

Una anticipación enigmática de una política de contra-continuidad en su forma contemporánea tal vez pueda discernirse en las palabras del narrador de Beckett en El Innombrable, cuyo principal problema es cómo "continuar", a pesar del completo agotamiento de las fuerzas y significados de ese "continuar". Esa figura puede ser el prototipo de un activista de la contra-continuidad, con su agenda enigmática pero no teleológica: "[...] todo continuará automáticamente, hasta que llegue la orden de detenerlo todo”[35].

Este texto de Beckett ha sido objeto de una larga serie de comentarios. Adorno, en particular, dedica un largo y denso pasaje al principio de Beckett en Teoría Estética:

Indiferente al cliché dominante sobre el desarrollo, Beckett ve su tarea en moverse en un espacio infinitamente pequeño, hacia el punto desprovisto de dimensión. Este principio estético de construcción, en tanto que principio del Il faut continuer, estaría más allá de la estática; más allá de la dinámica, en cuanto marca el paso, admisión de su inutilidad. En consonancia con ello, todas las técnicas constructivistas del arte se mueven en función de la estática. El telos de la dinámica de lo siempre igual no es ahora sino desgracia; es eso a lo que la poesía de Beckett mira a la cara. La conciencia intuye lo limitado de un progreso que se basta ilimitadamente a sí mismo, atrapado en la ilusión del sujeto absoluto; el trabajo social va estéticamente mucho más allá del pathos burgués una vez que ha quedado clara la superfluidad del trabajo. La dinámica de la obra de arte se ve frenada tanto por la esperanza en la abolición del trabajo como por la amenaza de muerte por congelación; una y otra se anuncian objetivamente en ella, que de por sí no puede elegir. El potencial de libertad que es de desear en la obra de arte está al mismo tiempo inhibido por las condiciones sociales y, por tanto, tampoco es sustancial al arte. De ahí la ambivalencia de la construcción estética. Esta es capaz tanto de codificar la abdicación del sujeto debilitado como hacer del extrañamiento absoluto asunto de arte, que querría lo contrario, así como anticipar la imago de un estado reconciliado que se situaría por encima de lo estático y lo dinámico. Varias conexiones transversales con la tecnocracia hacen sospechar que el principio de construcción permanece estéticamente sometido al mundo administrado; pero puede conducir a una forma estética aún desconocida, cuya organización racional insinúa la abolición de todas las categorías de administración junto con sus reflejos en el arte[36].

¿Cómo debe interpretarse este pasaje? En primer lugar, Adorno contrapone el Il faut continuer al cliché del desarrollo o progreso burgués aplicado al arte; es una "ilusión del sujeto absoluto". La misma línea de pensamiento se refiere a la inutilidad del telos o de cualquier otra teleología con respecto al Il faut continuer entendido, utilizando nuestra terminología, como afirmación subjetiva de la forma de continuidad. Adorno asocia este principio, Il faut continuer, con lo que llama "construcción" —derivada o no del constructivismo soviético, nunca nombrado explícitamente en Teoría estética. La "construcción" es una de las modalidades de lo que Adorno relaciona con la "autonomía del arte". Esa modalidad se produce racionalmente y por eso existe un peligro en su asociación con la racionalidad del "mundo administrado". Al mismo tiempo, la construcción estética es ambivalente: es capaz tanto de denotar la "abdicación del sujeto debilitado" de la racionalidad administrativa capitalista, como de "anticipar la imago de un estado reconciliado que se situaría por encima de lo estático y lo dinámico". Como construcción estética, la forma de continuidad podría ser, quizás, desarticulada y recodificada. ¿De qué otro modo podríamos llamar a esa condición que no sea el de un "comunismo estético", que anticipa un verdadero estado social o ese "punto sin dimensión" en el que la esfera de la forma de continuidad puede de alguna manera desactivarse y la forma misma puede reapropiarse, refuncionalizarse?

En este extraordinario principio político y estético anunciado por Beckett probablemente podamos discernir el eco de las inminentes —no teleológicas y, extrañamente, invencibles— luchas contra la forma de continuidad capitalista. La emergente interpretación radical de los "comunismos reales" del siglo XX va más allá de los conocidos clichés sobre su negatividad y fracaso inherentes. Tal vez la propia anomalía de la "economía planificada" soviética, su "ineficacia", sea el único testimonio del primer intento de contrabalancear la implacable ejecución de la forma de continuidad... ¿Qué podría significar una nueva puesta en marcha de la incesante máquina ontológico-económica del capitalismo, salvo su colapso o desastre concluyente? ¿Puede concebirse el comunismo como una posible alteración ontológica del "flujo"? Tal vez cualquier comunismo futuro —con todos los acontecimientos y luchas políticas concretas que deben producirse para ello— deba ser un proyecto de contra-continuidad política, social y ontológica, o no habrá más comunismo.

 

Notas

[1] Alexander Kojève, Introduzione alla lettura di Hegel, Milán, Adelphi, 1990 [ed. original: Introduction à la lecture de Hegel, París, Gallimard, 1947; ed. esp.: Introducción a la lectura de Hegel (trad. Andrés Alonso Martos), Madrid, Trotta, 2013].

[2] Sobre esta idea de Kojève, véase mi artículo "Stalin Beyond Stalin? A Paradoxical Hypothesis of Communism by Alexandre Kojève and Boris Groys", en Crisis and Critique, vol. 3, núm. 1, 2016.

[3] Véase la descripción más reciente y coherente del capitalismo 24/7 en Jonathan Crary, 24/7: Il capitalismo all'assalto del sonno, Turín, Einaudi, 2015 [Late Capitalism and the Ends of Sleep, Londres y Nueva York, Verso, 2013; esp. ed.: 24/7: Capitalismo tardío y el fin del sueño (trad. Paola Cortés Roca), Barcelona, Ariel, 2015]. Las tesis pioneras sobre la "colonización del tiempo nocturno" y la simultánea alteración de la vida social ya habían sido propuestas en los años 80 por el sociólogo estadounidense Murray Melbin; véase Murray Melbin, Night as Frontier. Colonizing the World After Dark, Nueva York, Free Press, 1987.

[4] Nick Couldry, "The price of connection: 'surveillance capitalism'", en The Conversation, septiembre de 2016: theconversation.com/the-price-of-connection-surveillance-capitalism-64124 (consultado por última vez el 24 de septiembre de 2016) [Para un tratamiento más amplio, véase Nick Couldry y Ulises A. Mejías, The Costs of Connection. How Data Is Colonizing Human Life and Appropriating It for Capitalism, Stanford, Stanford University Press, 2019].

[5] Boris Groys, In the Flow, Londres y Nueva York, Verso, 2016, p. 6 [ed. esp. Arte en flujo. Ensayo sobre la evanescencia del presente (trad. Paola Cortés Rocca), Buenos Aires, Caja Negra Editora, 2016]. Volveremos sobre este punto en la última parte de este ensayo.

[6] Agradezco a Matthew Fuller que haya sugerido considerar el término “always on".

[7] Citado en Peter Fleming, The Mythology of Work. How Capitalism Persists Despite Itself, Londres, Pluto Press, 2015, p. 38. La cita se ha tomado de una entrevista publicada en The Guardian (2014).

[8] Por ejemplo, Yann Moulier-Boutang sostiene que "la naturaleza continua de la jornada laboral" guarda relación con "la naturaleza del capitalismo cognitivo"; véase Yann Moulier-Boutang, Cognitive Capitalism, Londres, Polity Press, 2012, p. 154.

[9] Karl Marx, El Capital, vol. II, pág. 3. II, Turín, UTET, 2009, pp. 132-133 (las cursivas son nuestras).

[10] Karl Marx, Grundrisse. Lineamenti fondamentali della critica dell'economia politica, vol. I, Milán, Pgreco, 2011, p. 734.

[11] Ibid, p. 522.

[12] Ibidem.

[13] Ibidem.

[14] El interés del último Marx por el cálculo infinitesimal manifiesta su preocupación por el problema de la formalización del continuo capitalista.

[15] Roman Rosdolsky, Genesi e struttura del Capitale di Marx, 2 vols, Roma-Bari, Laterza, 1975 [ed. original: Zur Entstehungsgeschichte Des Marxschen "Kapital", Hamburgo, Europaische Verlagsanstalt, 1968; ed. esp.: Génesis y estructura de "El Capital" de Marx (estudios sobre los Grundrisse) (trad. León Mames), Madrid, Siglo XXI de España Editores, S.A. (Biblioteca del pensamiento socialista), 2004 (séptima edición)].

[16] Ibid, vol. II, pp. 452-453 (Se ha modificado la traducción al italiano).

[17] Ibid, p. 457.

[18] Antonio Negri, Marx oltre Marx, Roma, manifestolibri, 1998, p. 90 [ed. esp.: Marx más allá de Marx. Cuaderno de trabajo sobre los Grundrisse (trad. Carlos Prieto del Campo), Madrid, Akal (Cuestiones de antagonismo), 2001.

[19] Ibid, p. 156.

[20] Ibid, p.68.

[21] Alfred Sohn-Rethel, Intellectual and Manual Labour. A Critique of Epistemology, Londres, The Macmillan Press Ltd., 1978, p. 161 [ed. esp.: Trabajo manual y trabajo intelectual. Una crítica de la epistemología (Introd. y trad. Mario Rodríguez Sánchez), Madrid, Ediciones Dado, 2018. El pasaje citado no aparece en la traducción italiana, que retoma la edición alemana de 1972. [Nota de la traductora al italiano.]

[22] Véase, por ejemplo, Michael Heinrich, "The 'Fragment on Machines': A Marxian Misconception in the Grundrisse and its Overcoming in Capital", en In Marx's Laboratory. Critical Interpretations of the Grundrisse (Ed.: Riccardo Bellofiore, Guido Starosta y Peter D. Thomas), Leiden, Brill, 2013.

[23] David Harvey, A Companion to Marx's Capital, vol. II. II, Londres y Nueva York, Verso, 2013, p. 132 [ed. esp. Guía de El Capital de Marx. Libro segundo (trad. Juan María López de Sá y Madariaga), Madrid, Akal, 2016. Como hemos mencionado, en comparación con el libro segundo, en los Grundrisse la continuidad se interpreta de manera más detallada, a través de la noción de capital fijo (maquinaria), y no sólo de la necesidad de una circulación ininterrumpida del capital.

[24] Karl Marx, II capitale, vol. I, Turín, UTET, 2009, p. 730.

[25] Una de las formas de describir la transición al capitalismo podría tomarse en préstamo del formalismo matemático de la transición (o, más bien, el salto) de una serie de números a una línea o curva continua. Es interesante observar que el término "ultracontinuidad" se ha debatido en las matemáticas modernas. Del mismo modo y en la misma proporción que una línea se relaciona con una serie de puntos o números en términos de densidad, la "ultra-continuidad" se relacionaría con la continuidad "ordinaria". Es probable que, para elaborar esta analogía en el régimen "always on" contemporáneo, deberíamos reconocer algunos trazos de la "ultra-continuidad".

[26] Siegfried Kracauer, La massa come ornamento, Nápoles, Prismi, 1982, p. 115 [ed. original: Das Ornament der Masse: Essays, Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1963; ed. inglesa: The Mass Ornament. Weimar Essays (trad., ed. e introd. Thomas Y. Levin), Cambridge, Harvard University Press, 2005].

[27] Ibid.

[28] Groys, In the Flow, cit., pp. 3-7.

[29] Cf. Peter Bürger, Teoria dell'avanguardia, Turín, Bollati Boringhieri, 1990 [ed. original: Theorie der Avantgarde, Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1974; ed. esp.: Teoría de la vanguardia (trad. Jorge García), Barcelona, Península, 2000 (tercera edición)].

[30] Cf. Jacques Rancière, La partizione del sensibile. Estetica e politica, Roma, DeriveApprodi, 2016 [ed. orig: Le partage du sensible. Esthétique et politique, París, La Fabrique, 2000; ed. esp.: El reparto de lo sensible. Estética y política, Buenos Aires, Prometeo, 2014].

[31] Para un análisis más detallado, véase Alexei Penzin, "Stalin Beyond Stalin?", cit.

[32] Boris Groys, "Comrades of Time", Journal núm. 11, diciembre de 2009, e-flux; disponible en línea en: https://www.e-flux.com/journal/11/61345/comrades-of-time/.

[33] Groys, In the Flow, cit., p. 37.

[34] Véase mi ensayo “No time”, en el que se examina esta cuestión desde la perspectiva específica de la "temporalidad contemporánea" que destruye nuestra experiencia del tiempo en lugar de producir el sentido de esa "falta"; Alexei Penzin, "No Time. Contemporaneity between Time Pressure and Procrastination", en More Light. Catalogue of the 5th Moscow Biennale, Moscú, 2013.

[35] Samuel Beckett, Three Novels: Molloy, Malone Dies, The Unnamable, Nueva York, Grove Press, 2009, p. 363. Este pasaje, tomado de la adaptación inglesa que se hizo de la obra en 1958, no aparece en la edición original francesa de 1953 traducida al italiano. [Nota de la traductora al italiano.]

[36] Th. W. Adorno, Teoria estetica, Turín, Einaudi, 2009, pp. 300-301.

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