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¿Por qué no se accede en Cuba a Patrias. Actos y Letras?

Cuando a finales de 2015—parece ahora una eternidad, vaya manera de acabarse lo histórico— los animadores iniciales de la idea de crear una plataforma digital independiente—Patrias. Actos y Letras, en el aire desde el 11 de abril de 2016— comenzamos a hablar, en privado y en pequeño, de la necesidad, que sabíamos apremiante, de dar voz y figura a testimonios y visiones, horizontes y travesías, filiaciones y pasiones que ya más que sospechábamos en minoría, no solo nuestros conocimientos y destrezas en materia de creación de sitios web eran nulos, y ello en grado absoluto— como escuálida ha resultado a la muy corta la cuota de complicidad o apoyo que hemos logrado suscitar en otros (presuntos nuestros), inexistente hasta el círculo concéntrico del menor perímetro imaginable—, sino que tampoco habríamos podido ni sospechar que la sola elección de una plataforma de construcción de sitios web—Wix.Com en este caso— habría de impedir que Patrias. Actos y Letras pudiese leerse, verse, escucharse, incitar, allí donde más le interesa que se haga, en Cuba, que es también de donde más le interesa nutrirse y adonde más le urge servir.

En minoría y, en nuestro caso particular, es decir, en la configuración singular que adquieren por vía nuestra, más que probablemente también en confinamiento, soledad que se ha revelado todavía más ardua con el trasiego de ya casi dos años por los inevitables corredores del bazar de banalidades y vanidades—la peor de las cuales no parece ser la autopromoción a toda costa y a cualquier precio, ya sea mediante el más pueril exhibicionismo —tender lo privado en público (algunos ni lo lavan) no solo es impertinente, sino además, y sobre todo, in-cor-dian-te, por no hablar de confinar lo privado a lo inconfesable, o incluso abolirlo, tout court: hay quienes parecen vivir como si tuviesen una cámara en su excusado las 24 horas)—, ya sea mediante la satisfacción de presuntas vocaciones cívicas de parte de quienes, de cualquier lado de la ecuación de sus reciclajes y conversiones, de sus tropelías, se comportan y expresan (la espuma de la rabia a flor de labios) como esbirros de la miopía, la mezquindad y el improperio—que de nacimiento son los llamados medios sociales, capital virtual del autismo cacofónico.

Como si, para conversos y reciclados, al pensamiento político no le quedase sino un último y final destino, un postrer estertor, antes de declararse muerto por inútil, innecesario: metastatizar en la vacuidad y la vulgaridad más senescentes, y pensamiento, oh Dios, les queda demasiado grande a estos no solo despojados de cualquier grandeza, sino alérgicos a su mera posibilidad (en los otros), en Miami o en París, en Nueva York o Barcelona, en Hialeah o Coral Gables, y todos, o casi, en Facebook, y, por supuesto, también en La Habana, pues al parecer a nadie ya le cuesta nada en Cuba sumarse a la contrarrevolución en línea, que de eso se trata para estos esbirros del odio y del improperio, si no por vocación al menos por resentimiento, si no por perspicacia sí por impaciencia—pues es a ellos, no a nosotros, no a los otros, a quienes se les está acabando el tiempo, el de lo tan soez y estulto como matricida—de borrar del suelo y el aire y la memoria de Cuba toda posible huella de la Revolución, de las revoluciones, que ya no les sirve(n) de nada, salvo, valga recordárselos, para seguir medrando a costa de ella, ahora en su contra—pues qué sería de tanto enano sin esas credenciales mercenarias en la corte del mundo, criando senadurías desde la cátedra o recogiendo firmas histéricas, chillonas, para que Emmanuel Macron ordene que se retire del Hôtel de Ville la sola imagen de quien tanto los escuece. La apostasía cotidiana, best-seller colectivo. La política de becas de El País o Le Monde sigue siendo generosa. Con ellos. ¿Habrán olvidado algunos de estos cuánto los conocemos, como se dice, de atrás? ¿Se creerán realmente impunes, e inmunes a sus propios expedientes, desesperadamente expurgados?

Tal impedimento, que a Patrias. Actos y Letras no se pueda acceder en Cuba, tiene una sola causa: la inclusión de Cuba en una lista de países sancionados por la Oficina de Fiscalización de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos (United States Office of Foreign Assets Control (OFAC) at the Department of the Treasury), cuyas disposiciones Wix.Com acata—, según puede leerse en la página Wix Account Country Limitations de Wix Help Center, a saber, y más específicamente:

“[U]sers from OFAC restricted and sanctioned countries cannot access any of Wix's services including Wix sites […] It is not possible to view sites created using the Wix platform from OFAC restricted countries.”

Por nuestro lado, no podemos sino aceptar, en términos puramente transaccionales, tales circunstancias, pues se trata de un caso ejemplar de o lo tomas o lo dejas—Wix nos presta sus servicios, sobre los cuales, técnicamente hablando, no tenemos la menor queja, y ello a condición de que aceptemos, como cualquiera, los términos de esos servicios—y al mismo tiempo confiar en que las restricciones del caso, tan injustas como contraproducentes para los propios (presuntos) fines de quienes las imponen, sean pronto levantadas. Entretanto Cuba, vaya veleidad, seguirá compartiendo tan onerosa lista no solo con varios otros países sospechosos, sino incluso con “[t]he region of Crimea – located in Ukraine”. Lo arduo que se revela, en este último caso, no sentir una ligera, o mejor, pasajera, simpatía por Vladimir Putin. Sin patías—dicho sea de paso.

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