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Сто октябрей Cien octubres One Hundred Octobers

Desde el lunes 6 de noviembre, víspera del centenario de la toma del Palacio de Invierno en Petrogrado, acontecimiento que desde entonces ha servido para marcar el inicio de la Revolución de Octubre—las revoluciones, todas, siempre comienzan, y hasta se ganan o se pierden, antes; ya nos enteraremos, llegado el día, de la que está ocurriendo ahora mismo—, Patrias. Actos y Letras ha venido compilando, y dando a conocer mediante entradas diarias (posts) en su página de Facebook, el dossier Сто октябрей Cien octubres One Hundred Octobers, señalando a la atención, de manera que se espera si no representativa—no es el caso—al menos sintomática, algunas de las que ya pronto serán dos centenares de contribuciones, espoleadas por este centenario, o recientemente por el mismo acontecimiento, los mismos acontecimientos, los mismos actores, las mismas circunstancias, el mismo campo, o de tinta menos fresca pero igual de pertinentes, oportunas, inquietantes, de medios impresos y electrónicos de todo el mundo (periódicos, revistas, agencias de prensa, fundaciones, editoriales, organizaciones, partidos, grupos, individuos, eventos, blogs), hasta ahora en siete lenguas; de noticias o reportajes a artículos o ensayos de mayor alcance o rigor, de entrevistas a reseñas de libros, de videos a podcasts, de intervenciones en mesas redondas a programas de conferencias, de fotografías, carteles, ilustraciones a listas de lectura a entradas de blog, incluso a otros dossiers de otros medios sobre esta ocasión centenaria. Sintomático, repetimos, de la existencia de una constelación (algunos, claro está, concederían, cuando mucho, su carácter de nebulosa), de un pasado irresuelto—en sus enlaces visibles, o menos, con sus todavía inagotadas capacidades de contemporaneidad, de continuidades y rupturas, de reencauzamientos y atajos, de futuridad—, una herencia, una memoria, una tradición, un aura, y, en su campo a la vez magnético y semántico (irradiación y sentido), afiliaciones, discursos, perspectivas, recuperaciones, reconstrucciones, abandonos: fragmentos en busca del imán al que es imposible pegarse navegando por las mismas aguas dos veces. No se trata, pues, ni de una cabeza de playa editorial ni de homenaje del polvo a mármoles marchitos, tan venidos a hierro herrumbroso. Como tampoco de un senil ejercicio de exhumación de tumbas, dirían algunos, ya vacías. Sino de un acto—sin pretensiones que rebasen la voluntad de seguir testimoniando una voluntad, una postura, una mirada—de insistencia y, por ese camino, de resistencia (y ese sería el único posible orgullo, la única posible esperanza, la única posible vanidad de la letra de ese acto) contra la marea, avasalladora, de indigente vaciamiento de lo histórico concreto (y, por lo tanto, inagotable) —ese decir o no, pero de veras, o no, y lanzarse al vacío, o volverse a reclinar cómodamente en lo soportable y lo llevadero (la democracia representativa y el mercado libre, tan imperfectos, dicen, pero, de tan naturales, tan ineludibles, incircunvalables), y pagar el precio: el de decir o no. No nos hacemos ilusiones. Los adversarios de la idea del socialismo, de su mero espectro o fantasma, puesto que ya lo dan por muerto y para siempre (de comunismo ni hablemos, porque o se espantan o la espuma se les sube a la boca, y preferimos que no se ahoguen con los efluvios de su propia bilis; tal vez todavía lleguen a ser testigos de algo diferente, con ese u otro nombre); los enemigos, a la vez tan aparentemente convencidos pero tan sospechosamente dispuestos a saltar, sobre supuestos ilusos y perdedores, al menor amago, la menor insinuación, hasta del rincón más oscuro (nosotros, por ejemplo, estos pobres diablos que somos los de Patrias. Actos y Letras, sin cátedra ni púlpito ni dineros ni conexiones con El Nuevo Herald o El País; thanks, but no thanks), de que es posible otra forma de vivir (y de pensar y hablar y escribir y celebrar y callar y atizar la luz de los misterios), otra forma de seguir acercándonos a nuestra humanidad prometida, ganándonosla—andamos todavía tan lejos—, humanidad que, por supuesto, señores usufructuarios de principios y valores tan eternos, no puede agotarse en la mera decencia, las meras buenas costumbres, la mera caridad, tampoco incluso en la mera ciudadanía; los adversarios, los enemigos, algunos de ellos tan felices que ya no pueden soportar lo que es sino parodiándolo, los graciosos —en Barcelona o New Jersey—que logran hacer reír solo a sus propios sosias, a los ersatz, públicos, de sus fueros privados, los tan de regreso de todo (Le blasé est arrivé il ira loin—Daniel Shabetaï Milo) que al parecer se ven ahora obligados, so pena de ahogarse con tanto aire, a inflar el globo del presente, o de su presente tautológico (todo el pensamiento de estos cruzados de la normalidad podría caber en esa expresión cubana, es lo que hay), como único tiempo del hombre; eso, los adversarios, los enemigos, tan aparentemente mayoritarios por estos lares (mayoridad que hace ola, pero que, como toda ola, luego no es más que espuma en retirada), esos no les concederán ni crédito ni mucho menos tiempo a estas consideraciones, cabe recalcar, plurales en la unidad de su propósito: seguir pensando, incluso contra sí mismo, contra las propias convicciones, certezas, dudas, las de los demás en el beneficio que se les conceda—que la verdad, para quien busca, obliga—, a la intemperie; seguir, con el cántaro roto, yendo a la fuente.

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